domingo, 13 de marzo de 2011

UN DÍA EN EL BOSQUE


Serenidad de pinos, liberé mi alma. Una paloma me la arrebató en su vuelo y la dejó suspendida entre los haces de luz que surcaban el bosque. Desde la altura pude ver, con ojos de distancia, la simpleza de las cosas bellas.
Olí el aroma de la tierra húmeda que se mezclaba con el olor a eucaliptos y pinos, escuché el trinar de pájaros y evoqué a mis amigas, bulliciosas y libres como ellos, saboreé el placer de la libertad y me pregunté dónde estaba yo mientras la vida me vivía, en qué rincón me había ocultado de la alegría.
Y así, suspendida ahora entre las alas de una gaviota que me arrastró hasta la orilla, pude ver el mar en su magnitud, en su dulce soberbia cotidiana, olvidado tal vez por la costumbre de tenerlo a diario.
La tormenta estaba lejos, en el horizonte, bella en su poderío y su distancia, y aunque amenazaba con alcanzarme, no tuve miedo. La lluvia que se avecinaba traería también la vida y el alivio.
Siempre con mi alma liberada y mi mente, no en blanco sino plena de colores, caminé por la arena mojada, enterré mis pies y mi pasado, y me dispuse a ser feliz.


12-3-2011

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