domingo, 29 de mayo de 2011

BAJAR LOS BRAZOS OTRA VEZ



Quisiera saber si aún te conmueve verla. El silencio con que me condenas me llena de incertidumbre y no me deja disfrutar.



Quisiera saber si las cosas que ella te dijo en palabras pesan más que las que yo te demuestro en hechos.



Quisiera saber qué sentiste cuando la miraste, primero con disimulo, a la distancia, porque ya perdiste el rastro de su cuerpo, luego con violencia, recordando, tal vez, su traición, y más tarde, quizás, te invadió la nostalgia, ésa que me hará perder.



Quisiera saber si recuerdas el olor de su piel, su textura, sus gemidos cuando estás conmigo o si yo te basto al menos para ese instante en que ambos morimos.



No quiero ser tu segunda opción, quiero ser la única.



Más... ¿cómo competir con su recuerdo? ¿Cómo penetrar en esa zona que ella dejó helada y a la cual pretendo acceder a fuerza de cariño?



Temo y no quiero temer, nunca fui temerosa. Sin embargo, tu impermeabilidad me hace dudar y a menudo pienso que lo mejor será bajar los brazos, abrir las manos como aquella otra vez y dejarte ir.

domingo, 8 de mayo de 2011

YO QUIERO



Que me pienses antes de dormirte, cuando cerrás los ojos y aflojás el alma, cuando liberás tus puños y relajás tus manos, en ese instante previo a la inconsciencia.
Y quiero ser parte de tu sueño, ese sueño que te cosquillea en el cuerpo mientras dormís, pero también de tus sueños de ojos abiertos.
Yo quiero ser la primera persona en la que pensás al amanecer de tu día, cuando aún la somnolencia te marea y no sabés si estás despierto o todavía vagás por paraísos de inconsciencia.
Yo quiero que mi voz sea la melodía que calme tus enojos y que mi mirada sea el remanso para las tormentas de tu día.
Yo quiero que mis besos sean bálsamo para las heridas de tu vida, que mis manos sean caricia para tus músculos tensos y que mi cuerpo sea refugio cuando te sientas atormentado.
Yo quiero serte indispensable como el agua, fresca, pura, sanadora. Y también quiero ser el volcán que te encienda y te desordene, y que en ese fuego nos quememos los dos, para luego volver a armarnos, uno al otro, resurgiendo.
Lo que yo quiero, en definitiva, es que me quieras.